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jueves, 9 de diciembre de 2010

Inesperada actitud

Soñé con ella. Sé que no debía. Sé que cuando tuve la oportunidad de invitarle a salir a comer algo por ahí, o ir al cine , o a un concierto, desaproveché la oportunidad.
Y yo sabía que ella me miraba , sabía bien que ella me admiraba . Cuando quería atraparla mirándome, ella disimulaba mirándo a otro lado ,pero disimulaba mal. Y ahí residía mi placer, en su torpeza de disimular su interés por mí.
Yo también la miraba, y la amaba.Yo me embriagaba de gusto mirándola. Y ella era bonita . Y si hubiera sido fea , también la hubiera amado ,porque era dulce en su forma de ser. Yo amaba la forma cómo se vestía : nada sexy , conservadora. Y amaba mas sus ojos tiernos detrás de los lentes que usaba.
A veces cuando estaba alcoholizado, mi mirada era atrevida, era soez : miraba con lascivia su ropa recatada, como de mujer criada en convento que tiene miedo y verguenza de que la ropa sugiriera la forma de su cuerpo. Mis ojos, ebrios y atrevidos, adivinaban sus formas corporales en sus movimientos al caminar. Como si sus ropas adivinaran mis deseos lascivos, se amoldaban a su cuerpo, sobre todo en las partes que más nos gusta mirar a los hombres cuando estamos poseídos por una lujuria exacerbante.
Cada día sentía una fascinación más grande por ella , fascinación que estaba seguro que ella sentía por mí. Pero inesperadamente, decidí alejarme de ella. Un día ya no quise ir donde solía encontrarla, y no fui, a pesar que todo mi ser me pedía a gritos que fuera y que la invitara a salir.
No tenía el valor para citarla a algún lugar y decirle que la amaba. Por eso ya no quise verla más, porque el hombre no puede vivir sólo de miradas y menos de ilusiones imposibles.

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