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jueves, 9 de junio de 2011

Mujer en el paradero


Un día la vio esperando movilidad , igual que él. Su corazón cayó en un vertigo, sin fin, de nerviosismo. Avergonzado,podía sentir el retumbar de los latidos veloces de su corazón. Podría ser las seis de la tarde. El cielo estaba pálido, agónico en su claridad desvaneciente. Las combis venían veloces, se estacionaban , el cobrador voceaba a grandes gritos los sitios conocidos de su ruta. Nadie subía porque ya iban llenos de gente, y las combis partían también veloces.
Se hizo el ciego, el que nunca había volteado el rostro hacia atrás , donde ella estaba. Pero ella avanzó, sin mirarlo. Recién, él se dio cuenta que la mujer estaba acompañada de su esposo. Si ella giraba el rostro, lo vería de todas maneras. El rogó que nunca pasara. No se había afeitado, y tenía el cabello desordenado al haber venido en un micro atestado de pasajeros, donde la gente al pasar le habían pisado los zapatos, y con los brazos y bolsos lo habían despeinado. Así que se imaginó que estaba con una apariencia de rockero dejado, abandonado o rebelde. Y a su edad, pensó, que esa apariencia era condenable. Le dio vergüenza que ella lo mirara así. Imploró al cielo que viniera una combi vacía y ella pudiera irse sin notar su presencia. Tuvo suerte porque una combi, casi vacía, paró y ella la abordó con su esposo y dejó su ausencia reinando junto a una sensación de soledad, que él no supo si atribuirla al frío que empezaba a correr violento, o a un tardío arrepentimiento por no haberla saludado, a pesar de su apariencia de loco callejero y a la presencia del esposo de ella. Maldijo ser tan acomplejado, subordinado a lo que digan o piensen los demás, y no hacer prevalecer la espontaneidad de su manera de ser y pensar.
No le quedó más tiempo para el lamento ésteril, porque vino otra combi vacía y la abordó. El conductor venía escuchando música a alto volumen, así que no hubo un mínimo espacio para la imaginación, sólo para mirar las casas, las tiendas comerciales con sus luces multicolores y brillantes, y la gente que se iban quedando atrás en el camino, desenredando o enredando sus vidas.